No.
Que no.
Que la señora marquesa no está.
Ya le dije que no.
Ya le dije:
la marquesa salió a las cinco.
No, nada más dejó dicho eso: que no,
que siempre no va a querer el cuadro de Chillida.
Así nada más.
Que les dijera a los de la galería
que pasen a recoger cuanto antes esa mala imitación del vacío,
esa costosísima falsificación del vacío.
Que ella prefiere el vacío- vacío.
Que ya hablará ella
con la directora para explicarle.
Que ya hablará ella con la directora
cuando tenga tiempo.
Que no.
Ya le dije.
Ése era el recado.
No.
No dijo nada más.
¿Cuántas veces quiere que se lo repita?
La marquesa dijo que prefiere la biblioteca vacía.
La marquesa dijo: “El vacío es lo máximo”.
No,
la marquesa no se ha convertido al budismo.
No, la marquesa no está.
Ya se lo dije: la marquesa dejó dicho que no quiere ver
el cuadro de Chillida aquí cuando vuelva:
quiere ver su ausencia.
No,
no dejó dicho a qué horas va a volver.
No.
Nada más eso dijo.
Eso.
Que nada más había hecho colgar el cuadro
para luego hacerlo descolgar
y darse el gusto de recuperar su pared vacía.
Nada más.
No sé qué más decirle.
No sé,
así es ella: nunca está.
No insista.