1.
Después del mar, lo más admirable de la creación es un hombre.
Él nace como arroyo murmurante, crece airoso y gallardo como abierto río, y luego –a modo de gigante que dilata sus pulmones, se encrespa ciego, y se calma generoso– ¡genio espléndido de veras, que sacude sobre los hombros tan regio manto azul, que hunde los pies monstruosos en rocas transparentes y corales!; ¡genio híbrido y extraño que cuando se mueve se llama tormenta, y cuando reposa, noche de luna en el océano, lluvia de plata, y plática de estrellas sobre el mar!
2.
Y son muy animadas aquellas noches de función. Se dicen burlas, y no las hay más penetrantes, ni ingeniosas, ni precisas, ni inolvidables, que las burlas guatemaltecas. Visitan los mancebos a las gallardas señoritas, con lo que no se hace aquella fría separación de sexos que amentaba el evangelista de amor, gran Michelet.
Hablan los hombres graves de libros, viajes, acontecimientos y memorias; confúndense los grupos, animados siempre; rebosan paseantes los pasillos; tienen qué hacer los abanicos; tienen espacio las galanterías. Hay expansión en la atmósfera, corren por todos los labios las sonrisas.
Y se van luego alegres, llena el alma de delicias de música y demiradas de mujer.